Responsabilidad Social Empresaria, más que un fin, una identidad en sí misma
En la actualidad, las empresas ya no deben plantearse si “conviene” o no tener políticas activas de impacto social, sino que deberían tomarlas como parte de su propia razón de ser. Este repaso de conceptos puede ayudar a entenderlo.
La hoy llamada Responsabilidad Social Empresaria (RSE) fue durante mucho tiempo eje de “debate” para las empresas, pero a partir de las décadas de 1960 y 1970, una realidad comenzó a emerger con fuerza.
En efecto, ya no se trata de pensar cómo “mitigar” ciertos efectos o incluso de afrontar ciertas disposiciones gubernamentales sino de entender y abrazar la enorme capacidad que tiene el sector privado para influir y solucionar los problemas sociales.
Las empresas, sin importar su tamaño, rubro ni operación, son parte fundamental del cambio social y a ese rol le deben toda su responsabilidad y acción.
¿Dónde nace la llamada Responsabilidad Social Corporativa?
Puede que el término se haya puesto de moda en los últimos años, pero lo cierto es que, como todos los conceptos relacionados a las empresas modernas, tiene una larga e interesante historia detrás.
Uno de los primeros en haber formulado con precisión el término fue el economista norteamericano Howard Bowen, que en su libro de 1953 Social Responsibilities of the Businessman (algo así como “Las responsabilidades sociales de los hombres de negocios”) habló con claridad de las obligaciones de los empresarios y los accionistas para “seguir líneas de acción que son deseables en términos de los objetivos y valores de la sociedad”.
Aunque el mundo claramente era otro en aquel entonces, muchos de sus postulados perduran hasta hoy, gracias a las actualizaciones y aportes de diversos autores como Edward Freeman y Archie Carroll-
Fue el propio Freeman, filósofo norteamericano y profesor de administración empresarial en la reconocida Darden School of Business quien le otorgó gran importancia en los años 80 con su hoy famosa teoría de los stakeholders.
¿Qué dice la teoría de los stakeholders?
En su libro de 1984, “Strategic Management: A Stakeholder Approach”, Edward Freeman expuso con claridad la importancia de los “stakeholder” (un juego de palabras frente a los “stockholders”, tenedores de acciones) para cualquier organización empresarial.
Definidos en español como “participantes”, los stakeholders sirven para hacer notar que no solo los accionistas son los implicados e interesados en el devenir de una empresa, sino que hay un conjunto de actores mucho más amplio.
El mismo está formado por accionistas, sí, pero también por trabajadores, posibles inversionistas, proveedores, clientes, y sociedad o comunidad en general. Por tanto, la empresa no solo es resultado de la interacción de todos esos actores, sino que además impacta de manera directa en cada uno de ellos.
El triple impacto
Si bien durante un tiempo muchas organizaciones y teóricos se enfocaron en compartimentar cada uno de esos actores, en las últimas décadas comenzó a crecer con fuerza la idea de un abordaje integral en torno a la responsabilidad social de una empresa.
Así surgió la idea del triple impacto, concepto desarrollado por primera vez por el emprendedor y teórico británico John Elkington en su libro de 1994, “The Triple Bottom Line: Does it All Add Up”.
¿A qué hace referencia este triple impacto? Básicamente a que una empresa no sólo puede producir beneficios económicos sino también un valor social y ambiental.
Personas, Comunidades y Planeta. En esos tres “espacios” opera cualquier empresa moderna, ya sea pequeña, mediana o una corporación multinacional y es por eso que todas ellas deben ejecutar políticas activas y conscientes en torno a cuidar y mejorar cada uno de esos espacios.
Hay quienes eligen diferenciar a las empresas más grandes y por eso hablan de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), pero lo cierto es que se trata del mismo compromiso con esas esferas de acción, lo único que en una escala más grande y con una mayor cantidad de actores involucrados.
Empresas circulares y empresas B
También hay quienes ligan el concepto de responsabilidad social para hablar de “empresa circular” o de empresa B, pero en ambos casos están hablando de cosas ligeramente diferentes.
En el primer caso suele usarse esa figura para referirse a empresas que adhieren plenamente al modelo de economía circular, que implica, entre otras cosas, reutilizar, reciclar y renovar los recursos, productos e insumos existentes. Generalmente se utiliza la figura de empresa circular en torno a organizaciones que tienen un gran impacto en el medio ambiente, como las empresas textiles o las petroquímicas, por ejemplo. Pero ese aspecto, el medioambiental, no es el único que importa en este terreno.
Por otro lado, una empresa B es aquella que recibió dicha certificación de parte de la organización sin fines de lucro B Lab, surgida en 2006 en Pennsylvania, Estados Unidos. Guiada por los mismos preceptos del triple impacto, B Lab audita de manera detallada las áreas más relevantes de una empresa -Gobierno, Trabajadores, Clientes, Comunidad y Medio Ambiente-, e identifica todas las posibilidades de mejora en torno a una política socioambiental integral.
A partir de la incorporación de esos puntos, la empresa acepta someterse a una evaluación periódica para conservar la certificación de empresa B. ¿Son las empresas B las únicas calificadas y capacitadas para levantar la mano en torno a la Responsabilidad Social Empresaria (RSE)?
Por supuesto que no, y que como venimos diciendo desde el comienzo, el nuevo paradigma significa que ya no se trata de una cuestión elegible o “certificable”, construir una empresa en la actualidad implica per creer en una organización socialmente responsable.